domingo, 17 de mayo de 2015

#RondaRomántica

Ronda Romántica nació el año que yo me fui a Madrid. Y vaya coraje me dio. Veía emocionada y desde lejos como Ronda se tiraba a la calle vestida de época. Fotos donde habían más personas que aire. Gente feliz, olvidando todo lo demás, aunque sea un fin de semana. "Yo voy de rica porque de pobre ya voy el resto del año". Todo el mundo me dijo que no sabía lo que me había perdido. Y, asustada, pregunté y casi rogué que si eso se volvería a repetir. Y se repitió. Y me lo volví a perder. Pero este año no, este no podía dejarlo pasar. Y me fui a Fitur, porque no podía esperar más. Y necesitaba un acento cercano. Y me lo dieron. Y gracias (infinitas) a quien me contagió la ilusión y me trato como a una más, cuando solo habíamos intercambiado un par de tweets. 

Total que ahí estaba, con mi billete comprado desde enero, un calendario con muchos días que tachar y muchas ganas de ver recreaciones en su escenario real. 

Y llegó el momento. 

Y estaba tan nerviosa que cuatro horas de tren me parecieron cuatro años. Y tantos fueron los nervios, que me dormí media hora antes de que sonara el despertador. 

Y empezó el pasacalles. ¡Y cuántos pueblos participando en una historia común! Y éramos tantos dentro, que daba miedo andar y que no hubiera nadie viéndolo. Pero qué va. Fuera eran aún muchos más. 

Y qué bonitas las tabernas y qué pequeña parecía la Alameda. Y qué magia tiene Duquesa de Parcent de noche. 

Miraba todo asombrada, porque no había un rincón que estuviera mal pensado. Todo tenía el más mínimo detalle cuidado con mucho mimo. Y cuánta gente, de verdad, ¡cuánta gente! 

Cuando me fui a dar cuenta ya se había acabado el día, y la noche. 

Y ya era sábado. 

Y madrugué, porque no quería perderme nada. Con falda, flor y a lo loco. Cámara al cuello y a la calle. Había tanto turista que nos costó recorrer dos calles casi una hora. Y a mí me daban ganas de hacerle fotos hasta a ellos. 

Porque Ronda Romántica es llorar con la representación de un entierro de la mujer de un bandolero. Es no poder hacer fotos a Carmen la de Ronda, porque no querías apartar ni un segundo la mirada de la realidad. Es bailar sevillanas de madrugada. Es disfrutar de los mejores caballos en una plaza de toros a rebosar. Es conocer grabados de Goya en persona. Y disfrutar de cada segundo. Y ver a rondeños y serranos de cualquier edad, involucrados. Y hacerte fotos en un calabozo, en la cárcel e incluso en el cementerio. Y niños jugando a bandoleros contra franceses. Y disfrutar de los tuyos con una copa de vino. 

Pero también es los trenes dobles cargados de gente que no dejaban de llegar. Y los autobuses. Y los bares hasta arriba. Y las costureras rechazando pedidos porque ya no daban más de sí. Y las madres en los talleres haciendo catites. Y la de metros de tela que se han comprado. Y el desfile con tanto público que faltaron asientos, incluso después de duplicarse los del año anterior. Y los medios  de comunicación nacionales dándole repercusión. Y todas esas cosas que tanto cuestan reconocer. 

Ha sido tanto. Ha sido tan bonito. Lo he disfrutado de tal manera, que solo queda darle las gracias de nuevo a quien se ha preocupado de que saliera. Porque ya puedes tener la mejor idea, que sin una buena organización se queda en nada.

No entiendo que haya quien diga que Ronda Romántica no le aporta nada, porque a mí... a mí me ha dado la vida. 

Hasta el año que viene, magia.


viernes, 1 de mayo de 2015

Ella era de esas que un día te hacían quererla hasta achucharla infinitamente y que te pareciera, aún así, poco.

Pero al día siguiente, de repente, decía algo, estaba rara o llevaba peor cara y... Ya no apetecía quererla tanto.

Pero el día tres era como el día uno. Pero el cuatro era como el dos.

Y al final... Se perdía. El abrazo infinito, la buena cara... Y la vida.