Ella era de esas que un día te hacían quererla hasta achucharla infinitamente y que te pareciera, aún así, poco.
Pero al día siguiente, de repente, decía algo, estaba rara o llevaba peor cara y... Ya no apetecía quererla tanto.
Pero el día tres era como el día uno. Pero el cuatro era como el dos.
Y al final... Se perdía. El abrazo infinito, la buena cara... Y la vida.
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